domingo, 19 de agosto de 2012

Veraneo en un pueblo italiano al pie de la montaña (1ª parte)



El valle del Comino está rodeado de montañas
(los Apeninos). No sé si el Marco de nuestros dibujos animados, que tanto nos hizo llorar, era de por aquí, pero seguramente, porque ésta es una tierra de
emigrantes. Gente que  desde el siglo XIX no ha aparado de moverse por
Europa y América para ganarse el pan. Por eso cuando llega agosto cada uno de estos pueblecitos (Villalatina, Casalattico, Sora, Atina, Picinisco, etc)
triplican su población con irlandeses o escoceses que vuelven al pueblo de sus padres y abuelos.
Esto da origen a las fiestas que alrededor del 15 de agosto (el ferroagosto) se celebran por estos pagos. La Irish fest de Cassalattico o la Scottish fest de Villalatina. El inglés y los “fish and chips”  (es el negocio de muchos de estos italianos allí)  se adueñan de estas calles. Se hacen fiestas con música en la calle y la Moretti o la Peroni dejan sitio a las Guiness por unos días. 



Pero la cultura y tradición del Lazio italiano no se deja arrinconar y nos ha dejado demostraciones tan auténticas
como el Festival de la Zampogna de Villalatina, una ocasión para escuchar las gaitas típicas de la zona, algo así como la música del gallego Carlos Núñez, y por extensión, el Folk de la región. Valses y mazurcas para bailar en las noches de agosto. Por cierto, noches a 19 y 20 grados.

Otra ocasión auténtica y genuina son las ferias del vino, la "sagra" que llaman ellos. La Sagra del Vino de Atina (CatinAtica) o la sagra del cabernet de Gallinaro. Esta última un
acontecimiento que si no van cuidado se convertirá en otra"Tomatina".  Vas por la calle visitando todas las cantinas que son las mini-bodegas, o mejor dicho la
micro-producciones de vino local de los vecinos. Abren las puertas de sus casas para dar a probar su vino. Sólo has de pagar 7 euros para que te den una copa que has de guardar para ir pidiendo vino por todas las cantinas de manera
gratuita. Las calles van abarrotadas de gente con la copa en la mano, cantando y bebiendo. Como en España, aquí todo va acompañado de su vertiente gastronómica. Hay puestos en las calles donde comer pizza con mortadela (cualquier parecido con nuestra pizza es pura coincidencia) , gnocchi al tartufo (trufa), polenta o pasta e fagioli.

Mi hermana y mi cuñado tienen la suerte de dejarse caer por allí todos los años. Yo espero repetir.

   





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