viernes, 26 de septiembre de 2008

Las cataratas Victoria

Entramos en Zimbabue. Es el cuarto país de este viaje, pero solo lo pisamos para visitar las Cataratas Victoria. Este es uno de esos sitios que de tanto que lo imaginas y de tan turístico que lo esperas, piensas que te va a defraudar. Y nada de eso, ya me pasó lo mismo con el Perito Moreno en la Patagonia. Son lugares especiales, lugares que te llegan de una manera difícil de contar. Cuando por fin he tenido delante de mi las cataratas no he podido evitar ese pellizco en el estomago, no se si será eso que llaman el síndrome de Stendhal. Es muy difícil de describir un fenómeno de la naturaleza tan profundamente bello.



Las Victoria Falls para los nativos responden al nombre de Mosi-Oa-Tunya ( el humo que truena) y exactamente eso es lo que ves y oyes al acercarte. Una vez has entrado al parque ya percibes un fuerte ruido y poco a poco notas una brisa húmeda y fresca. Continuas caminando y te encuentras con la visión lateral de una de las caídas, es el aperitivo de lo que te espera. Continuas caminado y ya aparecen en su totalidad. 1’7 kilómetros de ancho y 100 metros de altura.



Las cataratas son un espectacular salto de agua del Zambeze, que de repente se queda sin lecho y salta al vacío. En el borde del precipicio el agua es verde, y de repente la impresionante fuerza con que cae la vuelve blanca, y una cantidad de ese agua se diluye en el aire convertida en gotas y vapor. Todo esto produce un microclima especial que además cuenta con algo que es como la guinda del pastel, en el terreno de la naturaleza. Es el arco iris. Las mires por donde las mires las cataratas Victoria siempre llevan un arco iris cruzado el manto blanco de agua.



A la mañana siguiente de esta increíble visita a la que dicen es la mayor cortina de agua del mundo, nos marchamos aguas arriba. Remontamos el Zambeze en canoa, como en su día hizo el Dr.Livingstone (1855) cuando descubrió las cataratas. El Zambeze nace en las tierras altas de Zambia (nosotros las vemos desde Zimbabue, pero justo enfrente ya es Zambia), en el límite con el Congo, y recorre 2570 km cruzando cinco paises hasta desembocar en el Indico, en Mozambique. La canoa nos permite sentir el río desde su interior. El silencio del agua aquí es señal de vida. Un silencio que va incorporando los sonidos de la fauna. Los hipos hacen sonar su claxon y avisan del peligro. Es increíble como nadan de rápido estos monumentales bichos. Hemos tenido que salir a la orilla porque venían siguiendonos, y al llegar a la orilla nos hemos encontrado con una manada de viejos elefantes comiendo desesperadamente . Oh,Oh, problema! Elefantes por delante, rinos por detrás, y rezando para que no aparezca el cocodrilo. Pero los rinos se aburren y deciden continuar río arriba. Continuamos con la canoa y ahora si, nos tropezamos , a menos de un palmo, con un pequeño cocodrilo. Sus ojos amarillos nos desafían. Continuamos bajando con el sol ya descendiendo y las bandadas de cuoilias se nos cruzan en el cielo. Suena a despedida. Y así es, mañana 24 horas de viaje y 4 vuelos. Pero Africa sabe que esto sólo es un hasta luego.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Chobe a vista de pájaro


Hoy volamos en avioneta hasta Kasane. A ojo de pájaro disfrutamos del paisaje del delta desde el aire hasta el Parque Nacional Chobe. Desde aquí arriba te das cuenta del impresionante paisaje que nos rodea. Manadas de elefantes caminando por pastizales en una fotografía digna de Sebastiao Salgado. Me acuerdo del vuelo en avioneta de Memorias de Africa, cuando Meryls Streep le pregunta a Robert Redford cuando ha aprendido a volar y él le dice "ayer", y después, la baronesa sentada de espaldas sin mirar atrás , le acerca la mano y él se la coge. Así me siento yo aquí arriba sobrevolando Africa, con el paraíso sobre mis pies y esa sensación de libertad y de placer que parece que no vaya a acabarse nunca.


Por la tarde navegamos por el río Chobe en busca de su fauna. En este parque hay más de 70.000 elefantes y enormes manadas de búfalos, siempre elegantes de porte, con esa cornamenta que parece peinada con la raya en medio. También vemos muchos hipopótamos, hace calor y están todos en el agua. A la mañana siguiente continuamos en el parque, esta vez hacemos un game drive en 4x4 pero no tenemos tanta suerte. Hoy los animales se nos resisten.

lunes, 22 de septiembre de 2008

El delta del Okavango

Atravesamos la reserva de Mahango antes de entrar a Botswana, y una vez cruzamos la frontera entramos al delta del rio Okavango, Un oasis de 15.000 km cuadrados. Llega uno de los momentos más esperados por mi en este viaje.. Aquí he vuelto ha tener la sensación que ya tuve en el cráter del Ngorongoro, en Tanzania, la sensación de estar en el último de los paraísos, en esos escasos ecosistemas privilegiados que todavía no han sido domeñados por el hombre.



Durante dos días hemos disfrutado de este jardín donde la vida salvaje palpita en cada rincón. Es el tercer río más largo de Africa y el único en el mundo que no desemboca al mar, sus aguas se pierden filtradas por las sedientas tierras del Kalahari. Una desaparición que muchos investigadores niegan, y hoy en día se continua buscando donde va a parar tal cantidad de agua. Subimos en un lancha rápida, dos horas de camino que nos dejan casi anestesiados para este subidón de paraíso en vena. Navegamos por una especia de gran canal central (y eso que estamos en la estación seca) y en los márgenes, una tupida selva de papiros verdes enmarcan el paisaje. El agua es transparente, casi como en el mar. Dicen que es uno de los rios más limpios del planeta, son los nenúfares que flotan sobre el tapiz de agua y hacen de filtro natural.



No tarda en llegar la primera sorpresa de la mañana. Aparecen en las riberas los primeros cocodrilos. Son pequeños, pero impresionan. Son la primera muestra que el delta está lleno de vida, tanto abajo ,como encima de la lámina de agua. Y , de repente, la sorpresa. Un bicho de tres metros toma el sol en la orilla. Nos acercamos hasta casi tocarlo con la mano y en un segundo , se zambulle. Ha sido brutal, rozando el miedo ( que se lo digan a Cristina). Tenemos más suerte y vemos otro de las mismas dimensiones, volvemos a acercarnos y Rubén lo graba en video (espero que lo cuelgue y poder bajarlo al blog).



Continuamos por el delta, pero esta vez hay que dejar el curso principal para navegar por canales más estrechos, y para eso nos subimos a los mekoros. Son las embarcaciones tradicionales de los nativos Bayei, una tribu de cazadores acuáticos.



Navegamos casi a ras de agua, entre nenúfares y una rica vegetación acuática. Nos esperan dos horas de navegación que se alargan debido a las paradas. Hay elefantes en el agua. Esto es impresionante. Primero los oyes chapotear, luego los ves entre los papiros. Este es su territorio y nosotros tenemos el ceda el paso. Esperamos alejados a que crucen por el canal donde nos encontramos.



Después de comer y una siesta super reparadora a la sombra de un gran árbol hemos cogido de nuevo los mekoros. Vamos en busca de hipopótamos. Diana dice que el paseo por el delta es como si te dieran un masaje, y tiene razón, es relajante para el cuerpo y para el alma. Hemos oído los hipos casi al lado, suena como cerdos de 500 kilos, me recuerdan a las sirenas de los ferrys. Dicen que son los animales que más muertes provocan. Al final, justo antes de la puesta de sol hemos visto uno bañándose muy cerca. Asoma la cabeza con las dos orejitas tan desproporcionadas si se compara con el resto del cuerpo. Es el único animal que da miedo siendo tan anatómicamente cómico.

Después de esta sorpresa hemos tenido una puesta de sol de postal africana. El cielo estaba violeta por arriba y anaranjado en la franja que toca la línea de vegetación del delta. El agua del Okavango devuelve esta paleta de colores con un reflejo púrpura metalizado. Huele a atardecer especial, aunque también se percibe el olor un poco agrio de la arena embarrada de las orillas. Pero esto es Africa, y este continente entra por los cinco sentidos.



Hoy tenemos acampada libre en una de las islas en el corazón del delta. Es lo mejor en hosteleria, no tengo duda, la habitación con vistas aquí no tiene comparación. Cenamos alrededor de una hoguera, y dormimos como todas las noches, con las ventanas de la tienda abiertas, solo con la mosquitera. Para dormir mirando la luna y las estrellas, en este cielo del hemisferio sur.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Etosha y el pasaporte de Espe

Entramos a las siete de la mañana al parque nacional Etosha, que para hacerse una idea es de grande como todo Galicia. Empezamos la jornada con un game drive y vemos por fin elefantes y jirafas. Es una gozada descubrirlos entre el paisaje, o verlos acudir a beber a los waterhole ( pequeñas lagunas o pozas de agua).



Beben respetando una jerarquía. Si hay oryxs, los kudus se esperan, y las cebras igual, sólo las gacelas tienen bula en estos abrevaderos. Durante los dos días que estamos aquí vemos muchas impalas de cara negra, las llaman McDonalds porque son “comida fácil” para los depredadores, y llevan pintada con rayas negras una M en el trasero. También hemos visto leones copulando, es una flipada, lo hacen muy rápido, peor muchas veces a lo largo del día. También hemos visto centenares de flamencos en el agua. El rinoceronte se nos resiste.



Por la tarde nos vamos de nuevo de game drive. Vemos una manada de jirafas. Alguna está bebiendo, dicen que es difícil verlas así. Las jirafas, como las zebras, acumulan en el cuerpo mucha agua y beben poco, y cuando lo hacen tienen que agachar mucho el cuello y separar las patas. Nos cuenta Gorka que se dislocan una vértebra para poder hacerlo.



De vuelta vamos a un waterhole a ver la puesta de sol. Una Lager Tafel en la mano y Marisa Monte en los oidos, y delante de mi un sol rojo diluyéndose tras las ramas grises de una acacia. Lo sé . Lo sé. Soy una privilegiada.

Nuestra despedida de Etosha se ha convertido en un día triste. Anoche mientras cenabamos entraron a robar en uno de nuestros bungalows. Rompieron la ventana y se llevaron la bolsa de viaje de Consuelo y una mochila pequeña con los prismáticos y la cámara de Espe, pero lo peor es que ahí estaba el pasaporte. Quedarse sin pasaporte en un país fuera de Europa es complicado, no sabemos que va a pasar, pero seguramente aquí se acaba el viaje para ella. Hoy mientras nosotros partimos hacia el delta del Okavango, Espe y Consuelo (un gesto noble por su parte el acompañarla) retroceden 800 kilometros para ir a la capital de Namibia, Windhoek, a tramitar todo el papeleo en la Embajada española. Todos confiamos en que todavía aparezca, o al menos en que se lo tramiten rápido para poder coger el avión de vuelta el domingo que viene.



Sólo hace dos semanas que nos conocemos todo el grupo, pero congeniamos desde el primer día, y hoy sentimos que se nos ha estropeado un poco el viaje. Espe es de Cuenca, y Consuelo de Valladolid, junto con el resto formamos un grupo de lo más geográficamente dispar. Xavi es de Terrasa, Nuria y Marta de Barcelona, Eloi de Tarragona, Marta de Castellón, Cristina de Altea, Diana y Juan de A Coruña ( vecinos y veterinarios y no se conocian), Venancio de León, Laura de Alava, y Mari Angeles , Rubén y Bea de Madrid. Todos tenemos en común que ya es nuestra segunda, tercera o cuarta vez en este continente. Estamos enfermos del llamado “mal de Africa”, como en su día lo estuvieron Livingstone, Stanley, Burton, la baronesa karen Blixen. Somos adictos a este continente. Lo llevamos en la sangre, e incluso hay quien ya lo lleva hasta en la piel (el precioso tattoo de un baobab de Rubén en su pierna).



También muchos de nosotros no es la primera vez que viajamos con Kananga. Esperamos que se comporten correctamente con Espe y la ayuden en todo, ellos saben que la reputación de la agencia es cosa de los viajeros principalmente y aquí Internet funciona rápido.


PD : Espe , dos días y dos mil kilómetros después tiene pasaporte provisional y vuelve a unirse , junto con Consuelo, al viaje.

martes, 16 de septiembre de 2008

Epupa y los himba

Llegamos a Epupa, límite de Namibia con Angola. Vamos a estar dos días aquí, en territorio de la tribu Himba, acampados junto a las cataratas del río Kunene. Nada más llegar el cambio de paisaje es espectacular, pasas del desierto a un vergel de palmeras salpicado aquí y allá con baobabs. Por fín guardamos el forro polar, sólo por la noche nos hace falta un a manga larga. Y nada más llegar nos dan un aviso: prohibido bañarse, hay cocodrilos. Gorka, nuestro guia, nos cuenta que un español hace dos años desapareció, y se encontró parte del cuerpo rio abajo. Glup!




Vamos caminando por la ribera del río, hay pequeñas playas con arena, y todos los troncos y las rocas son sospechosos. Al final los ojos logran descifrar las diferencias. Volvemos al campamento a pie de río, cojo los prismáticos y me tropiezo con su boca en el mismo instante en que la abre. Dicen que la dejan abierta hasta que equilibran la temperatura de su cuerpo o algo así. Increíble. No estoy delante de la tele en el sofà de casa a la hora de la siesta. Estoy en Africa. Aunque hoy si que hay algo que nos recuerda a casa. Los chicos han decidido dar la segunda noche aquí libre a Nyanga y han hecho tortilla de patata. (con un retraso de tres horas sobre el horario de la cena, je,je, que buena estaba la última)

Por la mañana un pequeño trekking hasta dos aldeas de los Himba: las mujeres de esta tribu se pintan la piel y el pelo con una especie de arcilla rojiza y manteca vegetal. Se lo aplican todos los días durante toda la vida. Dicen que eso les protege del sol y de insectos y polvo, y la verdad es que se les ve una piel muy fina. Los Himba proceden del sur de Sudán y Etiopia, y sobre el siglo XVI llegan hasta aquí (eran nómadas). Son altos y con rasgos nilóticos, y se quitan cuatro dientes de abajo con un palo y un fuerte golpe de piedra. Tradición y estética. Hay un movimiento internacional que protege las últimas poblaciones indígenas del mundo en peligro de extinción, aquí han logrado parar la construcción de una presa en las cataratas, por ser territorio de esta tribu cuya actividad económica actual es principalmente la ganadería.



A la mañana siguiente (jornada 15) atravesamos la región de Kaokoland para llegar ya por la noche a Etosha. Dormimos en un camping. Para cenar nos han preparado carne de Kudu y pan de vino, hecho en un caldero de hierro con brasas encima y abajo a manera de horno. Todo está insuperable. Aprovechamos las brasas para encender el primer fuego de campamento del viaje.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Donde la nada se hizo paisaje

Empezamos nuestra duodécima jornada de viaje. Hoy visitamos el parque nacional de la Costa de los Esqueletos. 500 kilométros de un paisaje que parece sacado de “La Carretera” de McCarthy. La espesa niebla que llega a calar no deja asomar el sol, las aguas que proceden de la corriente de Bengela son heladas, y en tierra firme solo hay kilómetros de arena, una arena que en muchos sitios se pinta de color verde oscuro, como una fina capa de musgo antiguo.

Este es otro de los “desiertos” de Namibia, aunque aquí lo que sobre sea precisamente agua. El nombre del parque va unido a la leyenda. Los exploradores portugueses calificaron la zona como maldita. La niebla y los bancos de arena hacían embarrancar sus naves ( hoy quedan como testigos los esqueletos de los barcos).También quedaban varados aquí los esqueletos de las ballenas, y si alguien conseguía sobrevivir a un naufragio, sabia al llegar a tierra, que estaba muerto. Tan inhóspita es la visión de este paisaje que llega hasta la frontera con Angola.



Otra curiosidad de esta soledad basta e infinita son las welwitschias mirabilis, una flor endémica ya conocida por Darwin. Dicen que es una de las especies más antiguas de la tierra, y viendo su aspecto me lo creo, tienen una imagen entre primitiva y carnívora, es como inquietante. Y lo más curiosos es que no es una planta, sino un árbol, pertenece a las coníferas. Y la verdad es que en el centro tienen como un tocón de tronco de donde salen las enorme hojas, Pueden llegar a medir hasta tres metros, y el único animal que se la come es el rinoceronte.



Esta noche dormimos en el campamento Ongongo, es un pedregal en medio de la nada con una ducha de agua caliente, estoy segura que esto no sale ni buscándolo con el Google Earth, pero eso sí, tiene una poza de agua termal con tortugas y todo. Bromeamos sobre el susodicho bancal y su pertenencia a la cadena de los Meliá.



Hemos salido a pasear mientras preparan la cena. Cerca hay una aldea con cuatro chozas y vacas sueltas. Juan, el gallego, dice : ..y nosotros cagándonos en la puta madre porque Internet va lento….

domingo, 14 de septiembre de 2008

El desierto del Namib

Noveno día de viaje y entramos al Parque Nacional Namib – Naukluft. El paisaje es brutalmente atractivo. Es como ver un mar de hierba seca agitada por el viento, al fondo formaciones rocosas alargadas y de baja altura, y de vez en cuando salpicando este tapiz, motas verdes (acacias) y pequeños brochazos blancos , negros y marrones (las rayas de los saltarines springboks).
Por la tarde subimos a la duna Elim. Es una duna estrella (su forma vista desde arriba), es más rara que la mayoría que suelen ser lineales o de media luna.



Aquí estamos en pleno desierto del Namib, el más antiguo del planeta, con las dunas más altas del mundo. Esta arena tiene más de 80 millones de años de historia. Empezamos a subir, es duro, requiere técnica y mucha paciencia. Elim es de las dunas que cuando piensas que ya estas en la cima, aparece una nueva pendiente mayor. Al caer el sol bajamos la duna corriendo por la pared mas vertical. Al principio da un poco de vértigo por la altura y la pendiente, pero echas a correr con los pies haciendo un poco de cuña y es una pasada. Ves la arena como se desprende tras tu pisada y como fluye hacia abajo como si fuera líquido. Nunca la “nada” ha sido tan bella. Como dice un proverbio namibio : "Dios creó los paises con agua para que el hombre pudiera vivir en ellos, los desiertos para que el hombre pudiera encontrar su alma".



Esta noche dormimos acampados dentro del parque nacional, y lo de dormir es un decir porque sobre la una ha empezado lo que pensábamos era una tormenta de arena. A la mañana siguente nos han dicho que no, que no ha llegado a ser tormenta, pero el espectáculo ha sido total. El viento azotaba muy fuerte y toda la arena estaba en suspensión en el aire. Tenemos arena hasta en el cerebelo.



Tras esta nochecita nos dirigimos hacia Sossusvlei (el punto sin retorno hacia el corazón del desierto, el lugar enorme donde todo desaparece, en la lengua de la tribu nama). Por la carretera nos encontramos con la típica señal de tráfico triangular con un letrero que te avisa del peligro de SAND. Y es lo que encontramos, un valle de dunas de hasta 350 metros. Vemos amanecer desde la duna 45. Nos hemos levantado a las 5.15 para poder ser de los primeros y pisar la duna virgen. La arena a estas horas esta fría, y si no se ha pisado no te hundes tanto. Aquí no es que haya mucho turismo (seremos 5 o 6 vehículos) y si has dormido fuera del PN no te da tiempo a llegar y ver amanecer. Despues de desayunar a pie de duna nos vamos a ver de cerca la fauna y flora del desierto.

A primera vista solo ves arena, pero es increíble la vida que hay aquí. Lo primero que vemos son escarabajos, hemos visto cinco diferentes (uno fabrica su propia crema solar) pero hay más de 200 clases. Son el Fernando Alonso del desierto, hacen 4 km en una hora. También hay muchas lagartijas, todas preciosas y diferentes. Se esconden en la arena, pero muy en la superficie, y como se quedan quietas es fácil cogerlas. La guia que llevamos es Yuri, una japonesa que se enamoró del país hace 10 años y aquí se quedó. Ella también es un espectáculo, habla en spanglish onomatopéyico y repite todas las palabras : taka taka, morto morto, siesta siesta. Nos explica que en el desierto todo te dice algo : y así es, nos enseña sobre la arena un circulo bastante compacto, es pipi de kudu hembra, y te explica como se reconoce. También sopla sobre la arena y nos descubre la entrada a un nido de arañas. Debería de ficharla el ministerio de educación de Namibia.

Por la tarde paseamos por el Cañón de Sesriem ( 6 riendas) , esa era la medida de las cuerdas que había que utilizar para llegar a alcanzar el agua del río. Nos cuentan la historia de dos geólogos alemanes que se escondieron aquí dos años para no ser reclutados en la II GM.



(Este es un país con solo 17 años de vida. Durante la época colonial, entre finales del siglo XIX y principios del XX, los alemanes ocuparon su actual territorio. En 1904 y 05 hubo dos grandes rebeliones reprimidas por el ejército germano, que se quedo con todo. Tras la I GM, los alemanes cedieron el territorio, que pasó a ser provincia de Sudáfrica, hasta que una resolución de la ONU en 1990 independiza el país. )

Después de una parada técnica en el pequeño poblado de Serenity (20 habitantes, correos y un bar) llegamos al camp site de Yuri, fuera ya del parque, Esta noche a la hora de la cena hemos montado una sorpresa a la crew. Nos hemos enterado que Mugabe (el presidente de Zimbabue) ha tenido que ceder a la oposición el puesto de primer ministro. Es un gran paso para la democracia en este pais y Harmony (conductor) , Philany (auxiliar) y Nyianga (cooker) son de Zimbabue, y estan super-ilusionados con la noticia.

Después una partida de cartas y al saco. Y a media noche me vuelven a despertar las histéricas risas de las hienas.



A la mañana siguiente nos dirigimos hacia el cabo Cross a ver la colonia de leones marinos más grande de Africa. Al llegar el fuerte olor ya te avisa. Todo este trozo de costa esta lleno, la población total oscila entre los 150 y 160 individuos. es espectacular, hay crias pequeñas y focas de hasta 300 kilos.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Paseando por el Fish River Canyon

Entramos en Namibia. El paso fronterizo ya deja ver las diferencias económicas entre estos dos paises. En la parte de Sudáfrica la carretera es de asfalto, cruzas la barrera y te encuentras con un camino de tierra ( primer reventón del viaje). Los primeros kilómetros ya te dejan claro que las condiciones climatológicas y geográficas le conceden al país una inhóspita belleza. Su extensión es dos veces España, pero solo hay 1,8 millones de personas.



Hemos empezado el viaje por Namibia con un trekking por el Fish River Canyon, el segundo cañón más grande del mundo después de el del Colorado. Solo hacemos un trecho, el trekking entero dura 4 dias, podeis imaginar como es el cañón. El paisaje es espectacular, la piedra es de color bronce cuando la calienta el sol, y las hierbas ya secas son de un amarillo pajizo. Al fondo el río de color verde recoge el silencio que hace millones de años compartieron los bosquimanos, los san. En algunas rocas de dolorita negra hay dibujos, petroglifos relacionados con el poder del agua.



En medio del camino vemos tres steenbok saltando por los riscos. En los últimos kilómetros vemos la puesta de sol y llegamos ya de noche a la granja donde dormimos. Nyanga , nuestro cocinero, nos ha preparado carne a la brasa y unas pequeñas calabazas verdes y redondas rellenas de queso. Después Gorka ha preparado Caipiroska y hasta algunos se han arrancado a bailar. Liam, la nieta de la granjera holandesa ha dado mucho juego, lo hemos pasado bien.

Nuevo día, y a las 7 a la carretera. Esta vez pillamos un trozo recien asfaltado, pero de nuevo casi no nos cruzamos con nadie en el camino, no es raro, aquí salen a dos habitantes por kilómetro cuadrado.

Entramos en la zona diamantina de Lüderitz, y nos encontramos con los primeros animales que parecen se han colado en esta historia, son los caballos salvajes del Namib, hay muchas teorías sobre que hacen aquí. Si eran del ejercito alemán, si se escaparon de un cargamento que vino en barco, etc.


Llegamos al puerto de Luderitz, el primer asentamiento alemán en la costa austral de África. Esta ciudad asentada en la árida y ventosa costa del desierto de Namib tiene la nostalgia de aquellos primeros pobladores, cazadores de ballenas, y después también aventureros en busca de fortuna. Nunca imagine que esta parte de Africa tuviera tanta relación con los diamantes. Su descubrimiento a principios del siglo pasado la transformó completamente. De esta época datan las numerosas edificaciones coloniales que encontraremos en Lüderitz.
Nos vamos a cenar langosta al Ritzys, recomendado por la Lonely Planet.



A la manaña siguiente (dia 8 del viaje) hemos partido en velero para explorar la bahía en busca de delfines, focas y pingüinos. Aguas heladas y playas intactas conforman el paisaje. El viaje en velero ha sido un placer a pesar de la temperatura. Nunca imaginé que en Africa se pasara tanto frío, desde las siete de la tarde a las once de la mañana no nos quitamos el forro polar. Hemos tenido mala mar pero hemos visto focas y delfines. A pocas millas del puerto hay grandes barcos con una especie de turbinas flotando. Extraen diamantes del mar, no tenia ni idea. Ahora Namibia extrae el 60 % de estas piedras de los fondos marinos ( aquí la actividad minera esta repartida al 50 % entre el gobierno y De Beers).

A pocos kilómetros de Lüderitz, llegamos a Kolmanskoppe, también conocida como la ciudad fantasma. Fue, hace tiempo, el punto principal de la búsqueda de diamantes que atrajo a miles de buscavidas. Abandonada cuando los ricos yacimientos se agotaron, sus edificaciones hoy están la mayoria invadidas por las arenas del Namib. Pero son el reflejo de una parte importante de la historia del país. Se pueden ver todavia la bolera, el gimnasio y un teatro. La caida de la venta de diamantes tras la I GM y el descubrimiento de filones mas ricos cerca del rio Orange parece que se quieran tragar la historia, como la arena.

La guia nos cuenta historias curiosas, como que a los mineros les cerraban la boca mientras trabajaban para que no se escondieran o tragaran ningún diamante.

Dormimos en el refugio de Aus y antes de cenar hemos ido paseando hasta un skope para ver la puesta de sol.



Lo comentamos entre el grupo, aquí observar el cielo o una puesta de sol es un espéctaculo, en Europa ni te paras a pensarlo. Aquí el tiempo se mide de otra forma, la luz del sol marca el día, y todo lo observas con infinita calma. Desnudas de importancia todas las cosas, todos los problemas, y el pulso se desacelera.
Una partida de cartas, la cena y unas copas de vino , y a la litera. Hoy dormimos todos juntitos. Ya veremos quien es el que más ronca.

martes, 9 de septiembre de 2008

De Kimberley a Kalahari

Salimos hacia Kimberley, capital de la provincia del Cabo Septentrional. La ciudad tuvo su época de apogeo a finales de la década de 1800 con la industria de los diamantes. En 1872 había unos 50.000 mineros, imaginaros. Cecil John Rhodes ( el de las dos Rhodesias, actuales Zimbabue y Zambia) hace aquí su aparición en la historia. Compró los derechos de explotación e hizo que De Beers sea hoy la mayor propietaria de diamantes del mundo, desde entonces cambio el curso de la historia de este país.



Todo esto se explica en nuestra visita al Big Hole, el agujero más grande hecho a mano por el hombre, sin ayuda de ninguna maquinaria. Una impresionante excavación minera a cielo abierto de donde procedían los diamantes. Hoy esta cerrada porque no seria rentable económicamente, pero está abierto para poder visitar la excavación y la reconstrucción de un pueblo de aquella época. Se puede entender como se vivía entonces, cuando familias enteras iban en busca de la suerte tras un pedacito de piedra. De aquí salieron 14,5 millones de kilates.

Partimos de Kimberley hacia el norte. A un lado y otro de la carretera incontables grupos de acacias cubren el paisaje. De vez en cuando unas manchas marrones nos parecen animales, son solo termiteros. Habrá que esperar. Nos queda todavía carretera en esta jornada y engañamos el hambre con las 'biltong', salchicas de carne seca, muy parecido a las longanizas de Pasqua. El rio Orange rompe de repente la continuidad del paisaje africano.

Cuando llegas a Sudáfrica es imposible no pensar en su historia, ¿Por qué en un país del Africa negra, casi todo pertenece a los blancos?. Ya conocemos la historia de los afrikaners, la guerra de los boers con los ingleses, el apartheid, pero cuando estas aquí lo ves como con otros ojos, porque te viene a la cabeza las últimas pateras que han llegado a las Canarias (territorio, por cierto, también geograficamente africano) y piensas que la historia esta llena de injusticias. A ellos ahora no les dejamos entrar a Europa, pero Africa fue durante siglos tierra disputada por europeos. Le sacaron y le sacan todavía su jugo. La exprimen, y nosotros les devolvemos a su país como si fueran apestados.
En Sudáfrica los blancos son muy simpáticos, te paran y te dicen :Bienvenido a mi país. Nosotros somos blancos, quiero pensar que a un viajero negro también les ofrecen el mismo trato.

Una nueva jornada nos acerca al Kalahari, un territorio inmenso que da la bienvenida a la primavera. Vemos fincas extensas de viñedos (la provincia del Cabo es famosa por sus vinos) , hemos podido probarlos, están muy bien por muy poco precio. Hay una variedad local que es un cruce entre la pinot noir y la cinsart, se llama pinotage. Luego tienen mucho cabernet sauvignon, shiraz y merlot. El guia se ha asustado cuando nos ha visto llegar con el cargamento de botellas para las cenas en las noches de campamento. Como la de hoy, pollo crujiente con un rebozado de especias, ensalada, arroz blanco con salsa del pollo y plátano con chocolate hechos al papillote en la parrilla. Tras tan espectacular cena y un día duro de travesía en el camión, decidimos hacer una marcha nocturna hasta un 'kopje'.



Desde allá arriba contemplamos el cielo africano. Hace tres años me pareció espectacular, ahora lo confirmo. Creo que uno no debe morirse sin estar bajo el techo de estrellas de Africa. Me recuerda los cielos de papel de los belenes en Navidad, cuajados de estrellas. Así se ve aquí, que parece que las estrellas brillen mucho más. Tumbados boca arriba en la roca asistimos a uno de los espectaculos mas sorprendentes de la naturaleza.

Hemos dormido en tienda de campana, una noche que nos recuerda que el invierno hace bien poco que se fue, hemos estado a unos cero grados. Y a las cinco en pie, con el amanecer tenemos el primer game drive, como llaman aquí a los safaris. Safari es palabra suawili, y como aquí no se habla, los ingleses impusieron su lengua. Entramos en la reserva privada de Spitskoppe. Vemos Oryx, alcéfalos y sobretodo Springbok, esta gacela corre dando saltos de tres metros, es muy parecida a la Thompshon que es mayoritaria en Tanzania.




El parque Nacional Kgalagadi, que es su nombre de verdad, es igual que Holanda en extensión. Es un paisaje semidesértico donde solo sobreviven los mas preparados: kudu, oryx, springbox, suricatos, etc...

El oryx es uno de los animales mas genuinamente africanos: parece que lleve una mascara en blanco y negro, sus dos cuernos rectos y puntiagudos, y su joroba rayada y prehistórica.



Entre hoy y mañana recorremos una parte de este parque. Ayer subimos por el lecho del rio Nossob y bajamos por el Aurorab. El Kgalagadi es una paleta de camuflaje. Los colores de la vegetación son una infinita gama de verdes, marrones y grises donde se camuflan a la perfección los animales. Como en el safari, en el Game drive, jugamos a descubrir donde se esconden utilizando las agujas del reloj. Springbox a las doce, ñus a las cuatro, un pájaro secretario a las diez...Los ojos van recorriendo el paisaje en busca de su fauna, esperando descubrir donde nos espera el leopardo. Y por fin llega. Perfectamente camuflado en la sombra de una acacia. Esta descansando, acaba de comer, todavía en una rama vemos parte de una gacela. Ya tenemos el primero de los Big Five. El primer trofeo de la cacería fotográfica.



Hoy después de dos días de tienda dormimos en un Lodge. Nada más llegar nos hemos tirado a la piscina. El agua esta congelada, los de A Coruna, Valladolid y Alava son los únicos que aguantan. Cena con unas botellas de Two Oceans, ronda del Asesino y a la cama.

Mañana camino de Namibia.