lunes, 2 de junio de 2008

Marruecos, mi segunda vez




Viajar es aprender en el sentido XXL de la palabra. Cuando se viaja se aprende, se conoce, se experimenta. Y se hace en todos los sentidos y en todas las formas posibles. Porque para mi aprender es saber compartir un tagine sin cubiertos con quien me abre las puertas de su casa, y conocer es saborear por primera vez mantequilla hecha con la leche ordeñada esa misma mañana. Nunca me cansaré de viajar porque viajar es vivir con las fronteras puestas en el limbo. Lo sé cada vez que piso un aeropuerto. Para mi el pasillo de embarque es el camino del cielo, y esa sensación que tengo en ese momento es única, pero también sé que es una sensación compartida con quien me acompaña.

Estos cuatro días he estado en Marruecos. Es mi segundo viaje a este país increíble y cercano ( en octubre del 2000 fui por primera vez) . Esta vez era un viaje más de negocios que de placer, pero la verdad es que el placer, como expresión de goce máximo, no se puede separar cuando uno viaja a Marruecos. Ahora se más de ese país, y eso no me hace más sabia, pero si me inocula el veneno de querer saber más y más, y esa voluntad de ampliar fronteras , de ensanchar el horizonte, es lo que más me gusta.

He tenido la oportunidad de ver como trabajan, organizadas en cooperativas, mujeres que de otra forma estarian en el campo trabajando de sol a sol. Mujeres como Sulija que continuan recibiendo miradas de desaprobación por el hecho de haber elegido un camino y no el otro. Sus trabajos los podeis encontrar en tiendas de comercio justo, como El Raconet en Altea, carrer de Mont Cau, 12. (esto último es publicidad, pero como la página es mia digo lo que quiero, y ya se pagaran unas cervecitas)

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